Después de los juzgados, esto es lo que Justa pensó

Después de los juzgados, esto es lo que Justa pensó

Justa lo comenzó a entender muy despacio, tanto que después de pronunciadas las palabras de la jueza, estaba de acuerdo con ellas. La Justicia debe ser respetada, nadie estaba por encima de ella. Iban a ser castigados, era lo lógico: delito, consecuencia, castigo. Pero había algo que encajaba, ellos solo se habían defendido, y lo habían hecho usando los poderes que tenían, igual que un lobo hubiera mordido o un gato arañado a un agresor. ¿Por qué eran culpables? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no podría usar sus armas? Aún sacudida por la sentencia, escuchó a Hotman hablar, dirigirse a la jueza. Entonces la miró con atención. Era una señora mayor, tenía los labios apretados y la mandíbula tensa. Los miraba intensamente. Hotman fue rápido y directo. ¿Por qué eran castigados? ¿Por usar sus poderes? ¿Por ser diferentes? Entonces comenzó a entenderlo. No podían usarlos porque no eran “normales” eran un peligro que había que conjurar, erradicar. Eran diferentes y por tanto la justicia para ellos también lo era. Sin embargo la Justicia es igual para todos, es el imperio de la ley. Movió las manos como si aún tuviera las pistolas de su padre en ellas. Estaban vacías, tenía un yugo electrónico en el cuello, notaba su insidiosa interferencia en todos sus movimientos.
La habían convertido en alguien indefenso.
Recordó por un instante a su padre, quién no tenía poderes, enfrentarse a la tormenta del faraón. ¿Eso es lo que quería la Justicia? ¿Qué justicia? Y entonces comenzó a entenderlo, no era la justicia de todos, estaba secuestrada, era la justicia de alguien en la sombra, alguien asustado que los temían aunque fueran aún casi niños. La pregunta que le llegó casi la deja sin respiración ¿Si la justicia no es igual para todos, si las leyes se manejan e interpretan, Qué justicia queda? Primero sintió el abismo bajo sus pies. No había justicia, no había nada. Aquello que ellos llamaban Justicia, era un fantasma pobre y triste, manipulado, tergiversado, impuesto como herramienta de control sobre todo un colectivo. Luego una llama, un grito doloroso le partió la consciencia. Sí había una justicia, una por encima de todos ellos, una justicia universal que creaba un paraguas perpetuo para todos los hombres y metahumanos. Esa era la justicia que ella iba a servir. Frente a esa enormidad, ese concepto que crecía y crecía y parecía abarcarlo todo, Justa sintió que su nombre ya no era válido, que no podía ser Justa, porque esa justicia no admitía dudas, sino el brazo ejecutor de esa justicia enorme, que lo sobrevolaba todo, que juzgaba cada acto cruel, malvado, terrible, fuera mínimo o enorme, y que no entendía de abogados y jueces cortos de miras, torpes y limitados, de leyes manipuladas, al servicio de oscuros intereses. En el futuro, cuando alguien le preguntase quién era, su respuesta sería SENTENCIA.

Después de la batalla del metro, esto es lo que justa pensó

Justa no dormía bien. Tampoco es que hubiera tenido muchas oportunidades desde que se fugaron de la prisión metacorp, pero en las pocas ocasiones en que se había tumbado extenuada, con el cuerpo cansado y el cerebro saturado de toxinas, no había llegado el sueño, no al menos con la misma prontitud y eficacía con que solía dormir antes, cuando solo entrenaba y entrenaba, y todo parecía mucho más claro, diáfano. Echaba de menos esa sencillez, esa claridad, entrenar, disparar, fortalecerse, ganar en velocidad y precisión, esforzarse hasta sentir que su padre hubiera estado orgullosa de ella y sus mejoras. Ahora el mundo era mucho más complicado. Sabía donde estaba lo que quedaba de su padre. Desconocía si aquello era un señuelo, un engaño o de verdad lo que residía en la supermente de mesmero era real, pero eso no iba a detenerla. Si existía una posibilidad de éxito, iba a pelear por ella, solo que la tarea era tan ingente que no podía emprenderla sola, y menos aún siendo una fugitiva, una paria. Era entonces cuando la rabia que sentía no colaboraba en permitirla dormirse. Ese objetivo se había grabado de tal manera en su mente que todo lo demás palidecía. Eso era la parte fácil, lo que deseaba hacer, lo complicado es lo que encontraba entre ella, su situación actual y su objetivo. Quizá aquello era crecer, darse cuenta que los objetivos, los logros son posibles, pero no gratis, en absoluto regalos del destino. Y quién era ella? cuando llegó al concurso lo tenía claro, era una servidora de la justicia, pero esa era una visión infantíl, bonita pero irreal. No había una justicia que la dijera que era lo correcto y que era lo incorrecto, quien era su enemigo y quien no, quien hacía daño a sus semejantes y quien los ayudaba. Todo era enormemente complejo y solo podía configurar su brújula moral, una propia, para moverse en ese mundo frágil e incoherente, donde todo fluía y cambiaba. Cada situación , cada problema tenía mutiples facetas que tenía que navegar para llegar a una sentencia y hacerlo sin ayuda de un sistema judicial corrupto y manipulado, secuestrado. La responsabilidad de dirimir entre el bien y el mal siempre había sido necesaria e ineludible, formaba parte, más que el traje, de ser un superhéroe, un justiciero. La palabra le sabía mal en la boca. No eran justicieros, servidores de una justicia que no existía como concepto real, sino que creaban justicia con cada acción, con cada paso, con cada decisión. Y podían equivocarse, pero era peor no tomar ninguna decisión, dejar que otros las tomaran por tí. Y, de alguna manera, todos eran poseedores de esa capacidad que el sistema les había negado. Habría obstáculos en su camino, pero poco a poco iba cristalizando su determinación, navegar en un mundo corrupto en dirección a su destino, liberar a su padre, intentando hacer la mejor justicia que pudiera en el camino. Saber aquello no la ayudaba a dormir, pero sí a esforzarse más en el día a día.